Los espíritus afines del modernismo

En Nuevo México, Alexander Girard y Georgia O'Keeffe encontraron inspiración en el trabajo del otro y una amistad duradera.

Escrito por: Christine MacLean

Fotografía de: Mariko Reed

Publicado: 1 de mayo de 2025

Nadie sabe exactamente dónde el famoso diseñador textil Alexander Girard, quien se mudó a Santa Fe con su esposa, Susan, en 1953, conoció por primera vez a Georgia O'Keeffe, la residente más famosa de la zona. Entonces como ahora, Santa Fe era un semillero creativo que atraía a artistas de muchas disciplinas. Es posible que Girard y O'Keeffe se cruzaran en el Compound, un conocido lugar de retiro para artistas y actores en las décadas de 1930 y 1940, que él rediseñó con gran éxito en 1966.

En cualquier caso, el trío formó una amistad que duró hasta la muerte de O'Keeffe en 1986, a menudo compartiendo comidas, pasando la noche en las casas de cada uno y vacacionando juntos en lugares ricos en arte popular como México y Marruecos. O'Keeffe y Girard se unieron por una apreciación compartida por el arte y la cultura, lo que culminó en un respeto por el trabajo del otro que dio lugar a muchas ideas de colaboración. O'Keeffe pintó acuarelas en miniatura para el cuadro de Girard “Villa italiana en múltiples visiones”, parte del Gesamtkunstwerk de Girard que comprende tanto el diseño de la colección como de la exhibición en el Museo de Arte Popular Internacional de Santa Fe.

O'Keeffe, una conocida coleccionista de rocas que exhibía sus favoritas en su casa de Abiquiú, también es reconocida por contribuir en la curaduría de rocas para la exposición de Girard “La magia de un pueblo”, parte de HemisFair 1968 en la Feria Mundial de San Antonio. “Me alegra mucho saber que vendrás a la inauguración”, dice Girard en una de sus muchas notas escritas a mano a O'Keeffe. “Creo que te gustarán las rocas”.

A principios de la década de 1930, cuando Georgia O'Keeffe vio por primera vez el complejo de cuatro acres de Abiquiú que se convertiría en su hogar, sintió una conexión instantánea con él. Aunque no estaba a la venta, ella persistió y en 1945 convenció a la Iglesia Católica, su propietaria desde 1941, para que se la vendiera. La amiga de O'Keeffe, Maria Chabot, supervisó la renovación de la casa, que describió como “una ruina, realmente. Se necesitaron seis meses solo para sacar a los cerdos de la casa”. Con la adición de tragaluces y grandes ventanales que invitaban al mundo exterior a la casa, un plano abierto y muebles modernos de mediados de siglo, el tradicional adobe vernáculo del norte de Nuevo México se convirtió en una obra maestra moderna de mediados de siglo. Para ella, fue un lienzo diferente y “fue tan reflexiva e intencional con su hogar como lo fue con las obras de arte que estaba creando”, dice Giustina Renzoni, directora de propiedades históricas del Museo Georgia O'Keeffe.
Desde la distribución de las habitaciones hasta los objetos y el mobiliario, la casa Abiquiú fue un ejemplo de diseño integral que apoyaba la visión de O'Keeffe para la vida cotidiana. Cuando el diseñador Isamu Noguchi no pudo visitar a O'Keeffe como lo tenía planeado, envió a su hermana con esta linterna Akari, que él diseñó en 1951, uno de los muchos diseños modernos de mediados de siglo que tenía en su casa. Lo instaló con un sistema de poleas para poder cambiar el ambiente de la habitación, bajándolo cuando quería crear una sensación más íntima. O'Keeffe, conocida por su carácter práctico, diseñó ella misma la mesa del comedor, utilizando tablones de madera contrachapada tanto para el tablero como para las patas articuladas.
O'Keeffe continuó modificando Abiquiú a lo largo de su vida, adaptándolo a sus necesidades. “Pasó décadas creando un estilo y una colección de muebles que coincidieran con su estética en ese momento”, dice Renzoni. Así lucía su estudio en 1984, cuando lo usaba como sala de estar (y a veces para tomar una siesta). Si bien la paleta de colores en general era neutra, adoptó la noción muy girardiana de toques de color con, por ejemplo, el sillón Barwa y la almohada textil Girard apoyada sobre un prototipo de silla lateral Eames de baja altura sobre una base de alambre.
Dondequiera que viajaba, Girard invariablemente encontraba artículos para su enorme colección de arte popular, que finalmente donó al Museo de Arte Popular Internacional de Santa Fe. Renzoni dice que O'Keeffe probablemente también compró algo en un viaje con los Girard a Oaxaca, México: un lavabo verde, que O'Keeffe combinó con otros elementos en el zaguán. “Cuando observas el tratamiento de esmalte en el interior del cuenco, casi parece una cornamenta, y lo ha emparejado con el cráneo de alce que está encima”, dice Renzoni. “Todas estas pequeñas viñetas que está montando en su casa lo hacen de forma muy deliberada. Hay un elemento de diseño en cada aspecto de lo que hace”.
O'Keeffe y Girard compartían intereses variados, incluidos los viajes y la apreciación del motivo de la serpiente enroscada. O'Keeffe, que vivía con sencillez, recibió muchos regalos y mostró muy pocos de ellos. El esqueleto de serpiente de un amigo botánico no solo pasó el corte, sino que O'Keeffe luego lo incrustó de manera permanente en el banco de su sala de estar.
Cuando su visión se vio afectada por la degeneración macular, O'Keeffe, que valoraba su independencia, realizó más cambios en su espacio y en su vida. Hizo que su personal creara tarjetas escritas a mano con números de teléfono de gran tamaño para que aún pudiera llamar a sus amigos y agregó una alfombra blanca al piso de su estudio para poder ver más fácilmente y evitar tropezarse con sus amados Chow Chow. Y cuando ya no podía ver lo suficientemente bien como para pintar, recurrió a la escultura en arcilla. “Era una mujer fuerte, independiente y que sabía lo que quería”, dice Agapita López, quien era la secretaria de O'Keeffe. “Ella creó su propia vida tal y como ella quería”.

Girard trabajó informalmente con O'Keeffe en los interiores y el mobiliario de su ahora icónica casa de Abiquiú, incorporando a diseñadores modernos de mediados de siglo, incluidos los grandes amigos y colaboradores de Girard, Charles y Ray Eames. O'Keeffe apreciaba los diseños innovadores y sensatos de los Eames, que coincidían con su propia sensibilidad estética.

“Tenía un interés constante en los muebles que fueran funcionales y atractivos”, afirma Bonnie Steward, bibliotecaria adjunta del Museo Georgia O'Keeffe. “Era muy práctica y quería cosas duraderas. Tenía varios diseños de Eames, incluyendo la Eames LCW, y se alegró mucho cuando le dieron un prototipo de uno de sus diseños de silla, tanto que pidió (y recibió) un segundo. Girard también le dio a O'Keeffe algunos de sus animados diseños textiles, que ella convirtió en almohadas. A ambos les gustaba experimentar con el color, los patrones y la textura en su trabajo y en sus hogares.

“Su amistad fue definitivamente beneficiosa para ambos, tanto personal como artísticamente”, afirma Giustina Renzoni, directora de propiedades históricas del Museo Georgia O'Keeffe. “Claramente se inspiraron mutuamente”.

Alexander y Susan Girard de pie junto a Georgia O'Keeffe.

Fotógrafo no registrado. Georgia O'Keeffe con Alexander Girard y Susan Girard en la exposición Nacimiento, 1961. Colección Alexander Girard. AR.00019, Caja 30, Carpeta 4. Biblioteca y Archivos Bartlett, Museo de Arte Popular Internacional, Santa Fe, NM.